domingo, 28 de enero de 2024

Regreso, que no es poco y hablo de Fitur, esa feria de turismo

Pues así es, querido lector o lectora. He vuelto por estos lugares que estaban algo abandonados en los últimos años. Escribir un nuevo libro, el trabajo, la vida, es lo que tiene. Te mantiene ocupado. Pero siempre es buen momento para desempolvar el blog, recordar viejos tiempos y actualizar un poco. 

En verdad, nunca he dicho adiós a este espacio. Quien me siga desde hace tiempo, recordará que este blog se trasladó a un medio digital en forma de columna y que tuvo cierto reconocimiento. Pero como sucede en el mundo periodístico, los pequeños medios no pueden competir con los buques insignias del periodismo ni con grandes grupos editoriales y en poco tiempo cerró sus puertas y decidí aparcar por un momento el proyecto. Es por ello, que vuelvo a jugar en casa. 

Y para inaugurar el nuevo espacio -mismo nombre de siempre pero un aspecto mucho más moderno y actual- quiero hablar de la que es -o mejor dicho, era- el primer evento al que asistía del año. Hablo de Fitur -Feria Internacional de Turismo- y lo hago desde un punto de vista de un profesional -sí, aunque ahora no me gane la vida de ello soy "turistólogo"- y desde el recuerdo.



Desde que por el año 2013 me registré como profesional en su plataforma, recibía de forma puntual por el mes de noviembre la invitación que me abría las puertas a los pabellones que me permitían viajar por todo el mundo y me recordaban la cara amable de trabajar en un sector agotador, a veces explotador. Pero esto último mejor para otra entrada del blog, que si no me extiendo y no es mi intención. 

Recuerdo empezar a visitar esta feria -siempre en las jornadas para profesionales- con los que eran mis compañeros de estudio. Luego pasé a ir solo, algunos años acompañados de colegas que querían ver lo que le ofrecía este evento. 

Mi última visita -y visto lo visto será así en muchos años- fue el fatídico año 2020. Desde entonces no he vuelto a pisar la feria. ¿La razón?, el negocio descarado en el que se ha convertido, la poca posibilidad de recoger información más allá del folleto de turno, las aglomeraciones y algo tan español... la avaricia de los visitantes. Me explico:

-Negocio porque desde el año de la pandemia ya no existe la posibilidad que se nos brindaba a los profesionales de visitar la feria de forma gratuita. Ahora hay que pagar 21 euros -más si quieres el pack completo- o 12 euros si vas en jornadas no profesionales. Estos precios siempre con descuento de compra anticipada por web. Un robo. Porque si vas a trabajar, a hacer negocios, contactos, puede rentar, pero los que íbamos para dejar CVs, a ver el ambiente, a pasar un rato agradable... 

-Poca posibilidad de recoger información porque, al menos en el último año que fui y según veo por redes, los stands de los países se han convertido en publicidad. Mucho colorido, mucho ruido, sumado a una decoración llena de tópicos, luces y neones.

-Aglomeraciones, sobre todo los dos días abierto al público y avaricia porque año tras año, edición tras edición, aparecen vídeos donde la gente se mata por coger un paraguas, un merchandising o cualquier chorrada que no valen para nada, que cuando llegan a casa, cargados de lo que creen les va a servir, va directo a la basura.Y si cojo tres o un puñado mejor. Luego voy a Colombia a por café o a Asturias a que me den sidra. Pues eso, el español en su estado más puro. Y si no me creéis, buscad en Youtube.

Y todo esto me da rabia. Rabia y tristeza, porque muchos vemos como las cosas cambian y para mal. No digo que no haya conferencias o eventos interesantes. Tampoco que haya un gran equipo de trabajo detrás, pero cuando el señor capitalismo entra en juego, no puede acabar bien. 

También dudo que este tipo de eventos deje tantas ganancias como ciertos medios de comunicación quieren hacernos ver. Claro que viene gente de fuera, pero no todos se alojan en hoteles de lujo, ni gastan porradas de euros en la ciudad. Solo hay que ver la disponibilidad de alojamientos para esas fechas. El que va a negociar, a ampliar sus redes de contactos, no necesita de una feria. En un mundo donde las tecnologías nos unen. Donde tenemos en los bolsillos unos móviles que nos mantienen conectados las 24 horas del día. Fitur es importante, pero no imprescindible. 

Desde aquí no quiero decir que este evento tiene que cerrar, ni mucho menos. Es una crítica a quienes hayan tomado estas decisiones. Que son pequeñas, pasan inadvertidas pero que marginan. Yo quiero otras ediciones donde a los que figuramos como profesionales, se nos deje entrar sin previo abono de entrada. Quiero una edición abierta a los que somos profesionales, ejerzamos o no. Quiero que no haya tanto teatro en los pabellones ni tanto show que aporta poco más que ruido para llamar la atención de los medios o de los visitantes. Quiero que se vuelva a retransmitir las conferencias, las mesas redondas, charlas... en sus canales. Quiero volver a casa después de hacer una visita, de dedicar mi tiempo libre habiendo sido provechosa. No cargado de bolsas llenas de basura, ni viendo los mismos folletos que todos los años. Quiero que Fitur vuelva a ser lo que era. Aquel gran evento al que asistir a primeros de año y no una noticia sin más en la televisión.