lunes, 5 de enero de 2015

CABEZAS, CABEZAS Y MÁS CABEZAS


Ahora que finalizan las Navidades  puedo decir, por desgracia, que no he disfrutado de la ciudad como se merece, tranquilamente y observando esas luces, algunas más bonitas que otras, que estas fechas tan señaladas adornan Madrid. No he podido visitar los puestecitos de la Plaza Mayor, ni los de broma en la Plaza de la Santa Cruz, por poner un ejemplo. 

Y la razón no es ni porque no he querido ni porque no he podido. Las masas y masas de personas que abarrotan, colapsan y saturan la arteria principal de la capital. 
Porque cada año está peor. Otras veces era por el puente de la Constitución (que vale, es normal porque gente de fuera viene aprovechando esos días festivos para adelantar las compras, eso nos decían) pero este año ya no ha sido tan normal. Y cada año va a peor.
He ido como unas cuatro veces desde que el Ayuntamiento decidiera encender las luces. Y las cuatro veces he deseado salir de la almendra central cuanto antes. Caminar a paso de procesión, esquivar gente, cabezas y más cabezas.... este era el panorama normal. Y es justamente lo que más odio.

Creo que se deberían tomar medidas urgentes para estas fechas. Más que nada por la seguridad de todos. Imaginaos que alguien entre esa multitud se marea, se cae o en el peor de los casos hay un atentado... a los que se caen, les aplastan literalmente y a los del segundo caso... mejor no pensarlo. Pero lo que es seguro que con tanta aglomeración a los sanitarios les es imposible acceder. Estas situaciones son de lo más peligrosas.
Por no hablar del ruido que deben soportar los vecinos que residen allí, el aumento de robos, la cantidad de basura (porque guarros somos un rato) por poner algunos ejemplos.

Y es que por mucho que nos digan, el hombre no aprende. Nos volvemos literalmente locos en estas fechas y todos decidimos ir a los mismos sitios, hacer lo  mismo y gastar como locos (maldita cuesta de enero).

Menos mal que ya ha pasado todo y a partir del 7 podré volver a disfrutar de mi querido Madrid sin esas aglomeraciones, paseando tranquilamente y deteniéndome en esos detalles que seguro, no se aprecian con tanta gente. Porque prefiero que no haya tanto ornamento abstracto y sin sentido a tener que soportar "jaleo" y alboroto. 

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