Estoy seguro que si te preguntan qué es el tiempo para ti, responderás que es un periodo de segundos, minutos y horas, que dan lugar a los días, meses y años.
Y llevas razón, técnicamente ése es el tiempo. Pero no solo eso. El tiempo es mucho más.
Alejándome de relojes, cronómetros y demás aparatos creados por el hombre y que nos controlan día a día, a veces para bien y otras para mal, diré que el tiempo, el de nuestras vidas no es ese. La vida no es tan vacía. Ni rutinaria. Ni tan monótona.
Para mí, el tiempo de nuestras vidas se miden por los momentos que nos suceden y que marcan de una forma u otra lo que somos. Porque todo lo que nos ocurre nos marca, aunque no seamos conscientes de ello.
Personas que entran a formar parte de nuestra vida, acontecimientos tan importantes como graduaciones, primer empleo, primer amor, emancipación....
La vida no es ni larga ni corta. No tenemos nada para comparar y afirmar (o negar) este dicho. La vida es como es. Sabemos el día en que venimos a este mundo, pero no cuándo se pondrá fin. Por eso, es importante no dejar que pequeñas disputas, personas, situaciones o enfermedades nos quite el derecho a ser felices.
Felicidad plena. Sin estar ligada a nada material. La "felicidad" que nos da ciertos aparatos electrónicos, el dinero o tener el mejor coche del mercado, no deja de ser material. Eso no es ser feliz, es ser consumistas.
Seguro que la vida no se creó para ser eterna. ¡Qué aburrimiento! Sigue la máxima de "el tiempo es oro". No te arrepientas ni pidas perdón por lo que eres o lo que haces (siempre y cuando no dañes la libertad del prójimo).
Yo quiero que el día de mañana, cuando ya no esté en este mundo (que sea dentro de mucho, mucho tiempo), me recuerden como alguien que buscó su propia felicidad. Que supo aprovechar cada momento de su vida. Que hizo lo que tenía que hacer en cada momento. Sin remordimientos.
Y tú, ¿cómo quieres que te recuerden?
Hay un cuento que me gustaría presentaros y que refleja muy bien lo que os vengo a comentar. Seguro que muchos de vosotros lo conoce:
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que
encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es
simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había
aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar
desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de
marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes
de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,
pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla
pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de
descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y
empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban
distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un
buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella
inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se
sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio
cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a
leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador
se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio
y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el
tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue
comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del
cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y
luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué
cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados
en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo
ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que
pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven
cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí,
colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez
que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la
izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿
Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión
enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y
medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento
del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más
deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país
lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así
vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es
nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para
escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero
tiempo vivido.
"El tiempo rescata lejanas esencias, ilumina oscuros rincones del pasado y enciende el relámpago de la memoria"